En estas últimas semanas he experimentado momentos de desolación y desesperanza. Esto se debió a situaciones relacionadas con la vida de cuarentena. También fue una oportunidad los pensamientos negativos aprovecharon para molestarme. Y es que si uno no los identifica, se te pueden meter en el corazón.
Debo reconocer que este tiempo no ha sido fácil. El desafío de la cuarentena mezclado con el desafío de la transición después de la universidad, ha tenido sus propios retos. Una transición en medio de otra transición, sé que no soy la única que está pasando por esto. Después de 5 años de ser estudiante universitaria (y 18 y pico de años de educación formal), de estar acostumbrada a un ritmo y estilo de vida, de repente, parece que ese mundo donde vivía antes ya no existe. Y de hecho, todo ha cambiado. Mis hábitos, mi vocación, mi entorno, las personas que me rodean, el lugar donde estoy, mis responsabilidades y actividades diarias. Es como el fin de un mundo... y el inicio de uno nuevo.
No me enfrenté por completo al estrés de la pandemia sino hasta terminar mis clases de la universidad –la pandemia me cogió en medio del semestre–. Ya cuando terminé el objetivo en el cual estaba tan enfocada, me encontré con que no tenía un plan que seguir, además de que mis anhelos se vieran obstruidos. El sueño de ir al extranjero se vio pospuesto, la oportunidad de tener un trabajo en una organización fue complicada y no poder salir tan a menudo trajo una sensación de frustración y estrés mental. Entonces vino la desesperanza. El enemigo –cuyo nombre significa acusador– aprovechó ese momento para llenar mi mente de pensamientos que no provenían de Dios.
Aquí algunos ejemplos de esos pensamientos:
¿para qué vas a esperar si no tienes una esperanza segura?, estás sola, no hay nadie a tu alrededor, ¿qué has logrado con todo lo que has vivido hasta ahora?, por qué Dios te daría algo bueno, ¿te lo mereces?, Dios es poderoso y puede darte o no darte lo que esperas, tal vez tiene otro camino para ti y no es lo que tú esperas, te vas a decepcionar, tal vez su voluntad es diferente a lo que quieres, no eres suficiente, Dios quiere que sufras.
¿Has escuchado algo parecido en este tiempo?
Cada uno de esos pensamientos golpeaban mis sentimientos y las partes profundas de mi ser. Lo peor de todo es que llegué a creer esas mentiras, pues pensaba que había suficiente evidencia y lógica para que sean verdad. ¿Por qué Dios haría algo extraordinario por mí? Él no tiene obligación de hacerlo y mi aflicción no es la gran cosa para él. Pero la Biblia revela la verdad.
Mi situación se veía oscura y no había tierra a la vista. Algo parecido le pasó a María y Marta con su hermano Lázaro. Ellas habían llorado a su hermano ya por 4 días y Jesús todavía no aparecía. Cuando Jesús llegó, María le dijo: «si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Juan 11: 32). Cuántas veces le decimos a Jesús, si hubieras hecho esto, aquello no hubiera ocurrido. Muchas veces –o casi siempre– preferimos no pasar por aflicciones. Queremos que la vida sea lineal y hacia arriba, que siempre nos vaya bien. Pero incluso en medio de momentos buenos, puede venir algo difícil que tendremos que enfrentar y eso mi querido/a amigo/a, es parte de la vida.
En mi caso, no quería enfrentar ese abismo que veía venir al final de mi carrera universitaria. Aunque intenté evitarlo con otras ocupaciones, finalmente llegó. No tenía ningún plan concreto que seguir y eso me frustraba, para alguien a quien le gusta estar activa todo el tiempo. Hubiese preferido saber qué camino iba a seguir en la vida post-universitaria antes de terminar el ciclo. En el caso de esta historia en la Biblia, Marta y María hubieran preferido que su hermano no muriera. Pero los planes de Dios eran más excelentes de lo que podíamos ver. En Juan 11: 4, Jesús dijo esto incluso antes de que Lázaro muriera: «Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado». Jesús sabía lo que iba a pasar después, pero además, conocía lo que iba a pasar incluso después del momento oscuro.
Con esta historia Dios me hablaba y me decía que es justo esta situación difícil que él quiere usar para darme esperanza y demostrar su poder. Que Él quería trabajar en mí y a través de mí para hacer un milagro, así como en la vida de Lázaro. Aunque podemos ver todo oscuro y sin esperanza, Jesús no piensa lo mismo. Él siempre ve más allá de la montaña. Al final, vemos que Jesús trae a Lázaro de la muerte y todos ven aquella señal.
En mi caso, Dios trajo vida donde el enemigo quería sembrar muerte y matar mi esperanza. En Juan 8: 32, la Biblia dice: «y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres». En un comentario que leía decía que conocer la verdad es conocer el amor de Dios que se revela en Jesús para salvarnos y librarnos de la esclavitud. Entonces mi mente empezó a ser llena de la luz de Dios cuando trajo su Palabra a mi mente. Y así, «destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo» (2 Corintios 10: 5).
Lo primero que Dios desmintió era esta mentalidad de ser esclava y no hija. En Juan 8: 35-36 dice:
Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.
Por la obra de Jesús somos no solamente aceptados por el Padre, sino también amados. Dios me hizo ver que al no ver las cosas que yo esperaba o una pista de ello, yo estaba dudando de Su amor por mí. Pero Dios me recordó que su nombre es amor mismo (1 Juan: 4: 8), esa es su naturaleza, por lo tanto es imposible que no me ame. Todavía más habiéndolo demostrado al entregar a su Hijo Jesús por mí. El hecho de que no se realizaran mis expectativas cuando quería no significaba que Dios no me amaba. Su sabiduría es mucho más grande que eso y Sus planes más excelentes. Dios me recordó que ama y me protege. Que tengo un lugar en su familia y en su mesa. Que yo le conozco a Él y Él me conoce.
También, Dios me recordó quien es el enemigo y lo que hace. En Juan 8:44 dice que es «el padre de la mentira». El enemigo sólo vino a robar, matar y destruir, pero Jesús vino para que tengamos vida en abundancia (Juan 10: 10).De esta forma, Dios me hizo estas preguntas, contrarrestando las que el enemigo me había hecho antes: ¿Crees que yo te voy a ilusionar y después te voy a defraudar? ¿Crees que yo te voy a dar falsas esperanzas? ¿Crees que no cumplo mi palabra como a veces lo hacen los humanos? En la Biblia dice que tengas fe, que esperes y veas lo que soy capaz de hacer. ¿De quién es entonces la desesperanza y la desilusión? ¿Quién está mintiéndote y diciendo que no haré lo que te prometí? Eran preguntas retóricas, por supuesto, con una clara respuesta.
Por último, Dios me recordó sobre su victoria. En Apocalipsis 12: 10 dice:
Luego oí en el cielo un gran clamor: «Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios».
Está resuelto. El enemigo fue derrotado, Cristo venció. A menudo el enemigo nos quiere hacer creer que esto no es así, pero Jesús dijo:
Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. Juan 16: 33.
Fue como un caso en un juzgado y el Señor Jesús como siempre, salió ganando. «Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte». Job 19: 25.
La esperanza no es un sentimiento, sino una decisión –Jim Wallis. Es la decisión de confiar en quién es Dios, su Palabra y lo que hará. Podemos apoyarnos en lo que ya lo hemos visto hacer en nuestras vidas. El Dios que te llevó a las alturas, también está contigo en el valle.
A pesar de nuestras circunstancias, la esperanza cree que la historia no ha terminado: el bien puede y prevalecerá. La Biblia dice: «todo el que confíe en él no será jamás defraudado». Romanos 10: 11.
Nuestra confianza en Dios, nuestra relación con Él es nuestro recurso más valioso que tenemos para enfrentar esta pandemia y sus desafíos. Tal vez tenemos miedos profundos que nadie conoce, situaciones que no quisiéramos ni pensar que ocurrieran. Pero no olvidemos que Dios está con nosotros y está de nuestro lado. Las cosas serán diferentes si tenemos el valor para enfrentarlas porque tenemos a Dios. Recuerda, Él dijo:
Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo;
cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas;
cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. Isaías 43: 2.
Al final del túnel, vi la esperanza. La esperanza que está en Dios. Los últimos días han sido de esperanza para mí porque Dios transformó mi forma de pensar, venció la batalla de mi mente (otra vez) y me permitió ver lo que está haciendo en mí, por mí y a través de mí. Por esto es que puedo compartirte este mensaje.
Mi ánimo para ti es que continues confiando en Dios firmemente. Él está contigo en la espera y en la llegada. Gracias a Jesús, hoy tenemos esperanza. Por donde pases, recuerda que Él va de tu lado. Y que «para el que cree, todo es posible». Marcos 9: 23.
*Todos los versos bíblicos están en la Nueva Versión Internacional (NVI).
Canción que acompaña: Tenemos Esperanza.
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