Imagina que el día tiene el tiempo suficiente para cumplir con todo lo planeado. Que no hay nada que te estés perdiendo, nada que te falte hacer, nada que carezcas, todo funciona en el momento correcto. La verdad es que parece un sueño, que el tiempo no te pise los talones. A menudo pensamos que no nos alcanza el día, nos gustaría hacer más, ser más productivos, vender más, ganar más dinero, disfrutar más, todo al mismo tiempo y con la misma intensidad. La verdad es que nadie fue creado para ese tipo de ritmo, el virtual.
¿Cuántas horas puede estar prendido un computador? Indefinidamente si está conectado a una fuente de poder. ¿Cuántas veces cargamos el celular y lo seguimos usando por horas en el día? ¿Cuándo se apaga el internet? Nunca.
La pandemia nos colocó a todos casi obligatoriamente en la dimensión virtual. En otro tiempo de la historia hubiésemos parado o viajado más lento. De hecho, las actividades presenciales lo hicieron. Pero el mundo tenía que continuar, así que la red digital permitió que varias industrias sigan su curso y otras emerjan.
Nos adaptamos a lo digital, pero no hemos adaptado lo digital a nuestro ritmo natural. Pasamos horas detrás de una pantalla de luz azul (de hecho, lo hago en este momento) y algunas actividades no se conciben sin el uso de tecnología. Pero, ¿cómo estos dispositivos moldean el ritmo de nuestra vida?
Si queremos pensar en qué sería lo natural, es necesario observar la creación. El sol no brilla con la misma intensidad todo el tiempo. Las plantas nos enseñan sobre el crecimiento lento e intencional. Los animales cumplen un ciclo de vida y nosotros también. La verdad es que no fuimos creados para estar "prendidos" todo el tiempo. La cultura del trabajo virtual nos hace creer que debemos estar disponibles todo el tiempo, como un celular. Los límites son cada vez más borrascosos. Dejamos de ser gentiles con otros y con nosotros mismos, no respetamos el tiempo ni los límites del cuerpo humano. Creemos que debemos estar al alcance de un "whatsapp". Pero, al final, ¿cuán saludable es esto para nosotros? (ideas tomadas del show Morgan Harper Nichols).
La cultura de estar ocupado todo el tiempo, de tener una agenda llena de cosas que hacer, de la urgencia de tener planes el fin de semana nos hace vivir en un mundo que todavía no ha llegado, vivimos un tiempo que no es el presente. Y eso es lo que nos perdemos al querer siempre estar un paso más adelante, el sol que salió hoy, el viento que no volverá.
En el blog pasado hablé de límites, y ahora hablo sobre la necesidad de ir a nuestro propio ritmo. Estar presente. Abrazar el proceso, saber que somos parte de algo mucho más grande. Estar presente en la parte del viaje en el que nos encontramos sin dejar que los pensamientos sobre el pasado o el futuro nos impidan ser - ser, no hacer - en el presente (MHN). Cada momento importa y tomará el tiempo que tenga que tomar. Viajemos despacio, pongamos atención a nuestro cuerpo, conversemos con quien está alado. No vale la pena compararnos con el rendimiento de un computador, no es natural. Reconocer lo que está a nuestro alcance es honrar nuestra humanidad. No sobrepasar nuestros propios límites nos ayudará a conservar la creación. Y aquí va la parte bíblica: en el principio de la creación, en el jardín del Edén, existían límites antes de separarnos de Dios, en el diseño original. Todavía sigo pensando por qué Dios puso dos árboles en el jardín que el hombre no podía tocar, límites. Pero aparte de eso, aquellos límites nos permitían vivir en el shalom de Dios que incluía estar en harmonía con Dios, nosotros mismos, las personas alrededor y la creación. Entonces los límites son importantes para vivir una vida de paz y eso incluye respetar el tiempo que nos lleve preparar una taza de té.
El estar presente nos ayuda a poner más atención a lo que está a nuestro alrededor. Descansar nos permite recuperar energía. Todo tiene un tiempo, un ritmo y un proceso. ¿Cuál es el tuyo? Abrázalo y recuerda que eres de carne y hueso.
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